Monday, July 31, 2006

 
CANON Y UN PANEL PARA PONER LA CÁMARA
El lunes, más que buscar libros, portaba curiosidad por mejorar mi conocimiento sobre quién es Paco Tobar, y qué mejor que ir a la Urna Norte de la Expolibro para enterarme. A las seis, según el diario, estaba anunciado un panel de intelectuales que expondrían sobre la obra del mencionando, yo merodeaba por el lugar del acontecimiento, que no parecía iniciarse pronto, hasta que, al fin, luego de una media hora de retraso arrancó la proyección del documental La Casa de las Iguanas, dirigido por Fabián Mosquera, así que agarré posesión de una silla, pues tenía mucha curiosidad por repetirme aquel docu. El lento paneo mostrando una sucesión de libros, mientras suena el jazz, antes ya había sonado islandia bjork, hace que la cinta tome cuerpo enseguida y uno se concentre en ella, a pesar de las voces exteriores a la Urna, ya que en la sala central se (re)presentaba a su vez La Linares, de Iván Egüez. En el docu se tocan puntos que abren la boca de cualquier poeta, en este caso los cuatro entrevistados, todos, si no atravesando la tercera década, casi arribando a tal edad. Y por supuesto estamos hablando de jóvenes poetas de cosmovisión guayaquileña, a quienes se suma la constante crítica literaria Cecilia Ansaldo. Más allá de enterarnos del aprieto que resultaría para ellos elegir diez libros en caso de exilio o confinamiento (entre las respuestas resulta interesante la pista que nos da Augusto Rodríguez, cuando se evalúe su poesía, al optar entre otros, por un libro de álgebra como compañero), me quedo con el excelente muestreo de cómo andan de enterados los aficionados guayacos, hombres y mujeres, sobre quiénes son los representantes de la poesía de nuestra ciudad que aún anden vivitos y coleando. Esto, editado de tal manera que Ernesto Carrión se apunta como suya la cruel verdad: la poesía anda por allí botada, sí por camilo destruge, por el estero, por las lomas de urdesa o la trinitaria, pero nadie parece darse cuenta; así como en guayaquil poco sabemos de quito, estos de cuenca, y ni se diga loja, una centinela incomunicada. Entonces, llega el punto central, el relevante, el canon poético que se imparte en las universidades y sitios académicos*. Ya caduco, pues si a duras penas quedan como “divos” Carrera Andrade, Gonzalo Escudero y a las cansadas Gangotena (todos ellos no por falta de calidad obviamente, sino por prácticamente nula difusión), aún faltan nombres como el de Paco Tobar, anarquista de peso y voz sin temor ni favor, según dieron a entender con nostalgia, Mussó y Ángel Emilio Hidalgo, quienes compartieron con él las Misas del Ateo, allá por los años noventa cercanos al Estero Salado, cuando regresó de su loco viaje por Europa. El documental tiene más aristas por seguir, pero me detengo aquí, para pasar al panel de la Urna Norte, que contó con la intervención de Rodrigo Pesántez Rodas, intelectual y amigo de Tobar, del que resaltó tanto su ánimo exuberante como su palabra mordaz y nutritiva para la lengua ecuatoriana, colocándolo en el reclamado canon y además sugirió a los poetas que también luchen por añadir a Leopoldo Benites, como otro referente de las letras nacionales. Entre las anécdotas de Tobar, se dijo que renegaba del mito de bebedor impenitente que dizque era (en ese instante se me vino a la memoria jim morrison y oliver stone), y para ejemplificar su facilidad de ser chispa hasta en las conversaciones más cotidianas, decía cosas como ‹‹antes practicaba tiro al blanco, y ahora me tiro a la negra›› mientras él miraba con ojos gozosos a su esposa Elena, de raza negra, y quien tras la muerte del escritor se radicó en Quito. Mussó pidió a la treintena de asistentes que hagan preguntas sin arremolinarse, pero no hubo muchas inquietudes, Egüez se había llevado a la masa. Luego del evento, me dirigí a los stands del BCE y la Casa de la Cultura núcleo del Guayas, a ver si las recomendaciones de los panelistas para adquirir Ebrio de Eternidad y Luz Labrada, surtieron efecto, y debo testificar que sí, que hubo oyentes (que al parecer no eran amigos de los panelistas) que de inmediato fueron a buscar a Tobar y adquirir su palabra, lo cual pese al escaso público, significa una victoria inicial. Sería bueno saber qué harán los motivados al respecto (sobre reformar el citado canon). Por mi parte, ya en las primeras páginas de La admirable autobiografía de la Tía Eduviges, novelado personaje alter ego de Tobar, que conseguí en El Conejo, se puede corroborar ese deslenguamiento sin miramiento que practicó en vida. Ni bien voy por la página dieciecho y ya hay palo para algunos escritores de las épocas ecuatorianas y de la sociedad de fines de siglo siglo xix y aún falta todo el siglo xx, que me tocará apreciar con la mirada bizca, sesuda, de la tía eduviges, cruda y desconfiada como ella sola.
* (sobre el canon poético ecuatoriano hay una opinión extensa en el blog de xavier oquendo, salvados del naufragio).

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