Friday, March 02, 2007
Una concesión es privada de algo
Algo que procuro no hacer muy seguido es vestir terno, pero una querida amiga me invitó a última hora a un evento, y cedí; debo confesar que estaba a punto de irme al cine con uno de mis mejores amigos a ver una película de Truffaut, y después a presentarle un bar que se llama como perro; pero no llegó a ser, la perspectiva de tomarme un champán y luego un par de vinos de cortesía, y además mostrarme ante mi amiga en fachas de ternura, me ganó.
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Me venció por varias cosas: porque mi amigo cancelado siempre va y yo no; porque mi amiga hizo ver importante mi asistencia; porque los cambios de planes son algo que uno debe saber manejar. Me sentí incómodo, él me dijo que no me haga líos y le dijese si quería ir al cine o no; yo balbuceé una respuesta que obviamente era una explicación diciendo más o menos “no, la verdad, es que no”. Él dijo, “listo, no hay problema” y se marchó, no creo que de tan buen humor, pero conociéndolo, tampoco como si fuese una tragedia. Sin duda, es un muchacho mucho más práctico que yo. Pero a mí no se me quitó ese bichito en la conciencia hasta que vi a mi amiga, y bueno de allí si me olvidé del asunto en adelante.
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Pero me siento a postear y quiero escribir sobre el escaso incidente. Quiero, como acostumbro, magnificar un hecho, deseo, como es mi pretensión perenne, lograr que un detalle no suene desapercibido, que las hojas no caigan en vano al piso, que el barrendero cumpla su labor con un atisbo de alegría en cada cuadra.
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Ahora tengo cinco imágenes en la cabeza:
Ahora tengo cinco imágenes en la cabeza:
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1) La chica con quien bailé, abriendo y cerrando su chaqueta de lino, y paso seguido acomodarse el escote, no para taparlo, sino para sentirse a gusto con el tacto y la canción, joven de vibración muy natural, con un teléfono insertado entre el ombligo y el pantalón.
2) La chica que me gustó, acaparada por el alto ejecutivo, que de paso era alto y maduro. Ella, traje sastre, tacones fuertes, semblante pálido. De singular simpleza y, presumo, soledad domada. Miradas entre nosotros que no derritieron ninguna vela, ni la llegaron a enfriar.
3) Antes que el momento en que otra amiga, desde aquel bar en mención perruno, preguntara si hoy de casualidad asomaría por allá, me quedo con la admiración que supuse prendió mi rostro, cuando me enteré que la holandesa, flaca, larga y pícara sexagenaria, accionista de un grupo que antes que las estadísticas de altas utilidades, prefiere revisar testimonios de gente que convirtió un pequeño crédito, en algo parecido a un cumplimiento de ideales, existía. No conversé con ella, pese a que me sonrió cuanto más pudo desde que me vio entrar. Imagen errática. Descarte.
4) Los noventa minutos frente a la sábana blanca llena de truffaut que me perdí. Nunca he visto nada de él, solo sé que lo asociaré constantemente a la faz indescifrable de mi amigo.
5) La expresión cálida de mi padre, acalorado y acostado en una hamaca tendida en el suelo, cuando me vio en corbata y de levita, al retornar a casa. ¿Es que de verdad es tan inusual mi elegancia?
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Fue una noche normal, sin acontecimientos que mis nietos reclamarán saber. Es todo lo que tengo como post hoy. Luego, he topado en el chat con una colega, me acaba de informar que está realmente muy full, ella sí pasó la noche en un cine, y sigue un rastro de educación que yo desdeño como admiro. En ese momento asoma alguien que no es colega, me pregunta por la fiesta de mañana, y después de un mediano intercambio, quedamos en que somos capullos y una fotosíntesis nos aguarda. Ella, que nunca se ha dado de poeta, aplica con cierta precisión un par de versos que desconoce que lo sean, y yo me quedo escribiendo, con el efecto sucesivo, sin domar mi soledad, la conciencia calma y me concedo así el punto inicial del nuevo día, con un rigor mortis que aparentemente es idea y esperanza.
1) La chica con quien bailé, abriendo y cerrando su chaqueta de lino, y paso seguido acomodarse el escote, no para taparlo, sino para sentirse a gusto con el tacto y la canción, joven de vibración muy natural, con un teléfono insertado entre el ombligo y el pantalón.
2) La chica que me gustó, acaparada por el alto ejecutivo, que de paso era alto y maduro. Ella, traje sastre, tacones fuertes, semblante pálido. De singular simpleza y, presumo, soledad domada. Miradas entre nosotros que no derritieron ninguna vela, ni la llegaron a enfriar.
3) Antes que el momento en que otra amiga, desde aquel bar en mención perruno, preguntara si hoy de casualidad asomaría por allá, me quedo con la admiración que supuse prendió mi rostro, cuando me enteré que la holandesa, flaca, larga y pícara sexagenaria, accionista de un grupo que antes que las estadísticas de altas utilidades, prefiere revisar testimonios de gente que convirtió un pequeño crédito, en algo parecido a un cumplimiento de ideales, existía. No conversé con ella, pese a que me sonrió cuanto más pudo desde que me vio entrar. Imagen errática. Descarte.
4) Los noventa minutos frente a la sábana blanca llena de truffaut que me perdí. Nunca he visto nada de él, solo sé que lo asociaré constantemente a la faz indescifrable de mi amigo.
5) La expresión cálida de mi padre, acalorado y acostado en una hamaca tendida en el suelo, cuando me vio en corbata y de levita, al retornar a casa. ¿Es que de verdad es tan inusual mi elegancia?
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Fue una noche normal, sin acontecimientos que mis nietos reclamarán saber. Es todo lo que tengo como post hoy. Luego, he topado en el chat con una colega, me acaba de informar que está realmente muy full, ella sí pasó la noche en un cine, y sigue un rastro de educación que yo desdeño como admiro. En ese momento asoma alguien que no es colega, me pregunta por la fiesta de mañana, y después de un mediano intercambio, quedamos en que somos capullos y una fotosíntesis nos aguarda. Ella, que nunca se ha dado de poeta, aplica con cierta precisión un par de versos que desconoce que lo sean, y yo me quedo escribiendo, con el efecto sucesivo, sin domar mi soledad, la conciencia calma y me concedo así el punto inicial del nuevo día, con un rigor mortis que aparentemente es idea y esperanza.
Comments:
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por qué será que yo sabía que esa era la parte que ibas a comentar??? Jajajaja, desdeño sí, porque sabes que no creo mucho en maestrias ni diplomados, la mayoría de veces me parecen una conveniente excusa para que las instituciones educativas hacer simple negocio, pero hey!!! yo escribí que "desdeño como admiro", y sip, bruto e iletrado sería yo, si no tuviera bien claro que personas como tú saben darle utilidad a cada etapa educativa formal. Tú tienes todos mis ánimos del sistema planetario, Vice. Y, full y todo, sueles además tener más razón que yo, aunque ello me pique, jajaja. No me hagas tanto caso, oe :)
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