Tuesday, April 24, 2007
El triángulo del hada del sur
Está picada, se embadurna su crema de manos y levanta el traste en búsqueda del fuego. Más allá están sentados los novios que llevaron ganas, pero no le pide el humo a ellos, y se aleja ciento veinte metros de la banca, donde a su paso un guardia balbucea un cuarto de babosada que ella desprecia y clausura. A ver, por qué le da miedo que el muchacho que le promete, incruste unas líneas grotescas en su papel, que más que papel es voz y oido. ¿Y si de pronto ella halla en el deforme, una claridad? La gana de jorobar las emociones de un hada que se sabe indefensa para responderle, si la voz, con las cosas fuertes que quiere levantar, acierta en doblegarla y llevársela a tierra.
Pone una pausa e inserta un truco: "Cuasimodo, casi casi así es el modo". Otra vez inmersa en su atuendo hada, rehuye el combate contra el brujo y deja suspensas aquellas posibilidades del acto final. Hará un intermedio.
"No hablo, no señor, porque es a ti a quien vinimos a escuchar", pero el hombre, otro hombre, no dice mucho, aun cuando a veces expande los labios y deja espacio para que ingrese una mosca nocturna -en caso de que esta noche en la ribera hubiese una disponible-; lo piensa mucho y no dice más nada hasta el siguiente turno. El hada calla, sin disfraz, porque se ha relajado, y permite que su segundo cigarrillo nieve cenizas sobre la baldosa. "Di un número". La asistente al acto emite uno de miles, señal de que el hada mueva un dedo. "Es un juego", explica sin explicar porque lo interrumpe y el otro hombre no entendió mucho de qué va, pero se ríe, y la asistente al acto afirma que él debería empezar a pagar boleto porque se ha pasado la noche riendo de las gracias. Basta con que hada diga el verso de neruda y luego lo maldiga, poniendo ojos nublados en el lugar de los ojos que se vuelan por la boca, para que la asistente al acto insista en que le gusta cuando ella se calla. Pero el otro hombre no quiere que ninguna de las dos mujeres paren de hablar, se encuentra tan a gusto en su compañía que en un momento intenta repetir que ese fin de semana en verdad se amarrará a una mujer y realizará actos con desaparición y una pareja cortada en dos para luego volver a unir. Mas ese mismo hombre silencia porque la asistente quiere empezar a contar otro acto y él se queda a media voz, y en lugar de detallar su plan, malvadamente anuncia que no les dirá nada más. Ellas intentan no enojarse, pero están picadas, pero el celular anuncia al triángulo que el tiempo de receso culminó, igual el trío ya estaba por irse. Un par de ancianos de los alrededores, cuyos discursos encandilaban a las abuelitas, uno diciendo, otra calentándose la vaina, tienen ya una hora de haberse marchado, más recientemente los jóvenes de la banca vecina, cuyas ganas continuaron una ruta a un ligar mejor. Es hora de marcharse también, decide el triángulo.
Una puntillosa, la otra con la conciencia de un arenga bien dicha, y el hombre impasible y cerrado, se eslabonan a una cadena que no tirarán, porque prometen tener cuidado de no perder la visión del resto, ni tensar el acero que los está uniendo, ásí, cortan el intermedio y retornan a la obra por la que separadamente serán conocidos tras bambalinas.
Sin dar pie a la charla del volante, ella, traje de hada encima, otra vez ensaya para mañana, un monólogo final. La asistente a todos los actos trata de conducir y, en conclusión, hace sonoro un puchero, algo así como la respuesta primitiva que daría un chimpancé ante un gran mono erguido y petulante. Algo que el hombre impasible solo atina a deletrear P-U a secas, pero el triángulo, en su conjunto, sabe que es un sonido mucho más trompeta, sabroso y sordina, algo así como una actitud desafiante contra lo estreñido y voraz que nos recorre en cada vuelta en U que damos.
Gracias por el post... ahora ya no me hace falta llevarme el premio 2008, escribir de ese trio fue mucho mejor, sonó mas sólido, mas bondadoso, mas... mas... P-U jajaja...
Un abrazo amigo mio...
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