Tuesday, June 05, 2007
Desde acá, su murmullo
No es el cuarto medular de la casa, pero veo a mi hermano recorriéndolo en bóxers, de una habitación a otra, en busca de su calentador, de ese modo exasperante en que alguien que no encuentra lo que quiere ponerse, está a un tris de perder la paciencia y es mejor no decirle nada, si las palabras escogidas no son la ubicación exacta de su prenda.
Esta semana lo tendré paseando más a menudo por mi cuarto, desparramará sus medias, camisa, zapatos por donde se los despoje. Suele hacerlo, pero esta vez tiene una excusa: la reconstrucción de la escalera que conduce a los cuartos de arriba, vía patio, única vía posible, a menos que ud sea gato y la ventana que da al techo esté abierta. Así, en calidad de refugiados, él y mi hermana Lula, se encuentran asilados en mis territorios.
Déjenme explicarles algo: Vivo en una ciudadela cimentada sobre un cementerio indio, y por mucho que tom sawyer y huck sean de mis héroes favoritos, no les estoy echando cuento, a menos que a mí me lo hayan echado antes, y el gato del cementerio me maúlle como Bugs. ¿Significa entonces que yo estoy muerto?
No afirmaré porqué la respuesta es negativa, y mejor explico a qué viene lo de mis territorios. Simple. 1985, con lo ganado en las apuestas de caballos, sobrevino la ampliación: el cuarto de mis padres se estiró en otros dos cuartos, a costa del patio, con la singularidad de que ninguna de aquellas habitaciones están separadas por puertas, más bien se convirtieron en un ancho pasillo culebrero donde cinco hermanos y eventualmente mi abuelita, alias la bili, cupieron sobre las tumbas, con la ayuda de una litera. Nos urgía espacio, y por fin, aquel 1985-post orwell, guerra fría-, nos permitió llegar a un cuarto al fondo, el mío, con un rabito a la derecha, qué alegría, el segundo baño. Complejidad que volvió a repetirse en el 2001 -odisea de tonino-, cuando, ya dos hermanas menos, la casa creció hacia las nubes, nuevo rabito hacia un tercer baño, y la construcción de la losa nos redujo la temperatura en la medida que elevó la altura del techo de mi cuarto, ahora con repisas repletas de libros. Con mis hermanos arriba, llego a esta edad, donde la soltería me coquetea con el adjetivo empedernido, y así, en este cuarto-pasillo, morada de mi compu diaria, vivo un sitio de mucha acción e imaginaria, tanta imaginaria.
Pienso. Pienso que más allá de que para la mala pata de los malandrines, casi nunca queda la casa sola ni muy saqueable, he podido disfrutar de la soledad y arrancarme en ella, un mío mí como complacencia de viento corredizo y oxígeno surtido, soledad para emplearse en largas inspiraciones que luego exhalan y vuelven a inspirar. Mire muchacho, sáquese las drogas del entendimiento, yo hablo del silencio y del aire que compone, que te deja sin palabras, semeja labios y ven, ven pronto. (tomorrow goes on)
Esta semana lo tendré paseando más a menudo por mi cuarto, desparramará sus medias, camisa, zapatos por donde se los despoje. Suele hacerlo, pero esta vez tiene una excusa: la reconstrucción de la escalera que conduce a los cuartos de arriba, vía patio, única vía posible, a menos que ud sea gato y la ventana que da al techo esté abierta. Así, en calidad de refugiados, él y mi hermana Lula, se encuentran asilados en mis territorios.
Déjenme explicarles algo: Vivo en una ciudadela cimentada sobre un cementerio indio, y por mucho que tom sawyer y huck sean de mis héroes favoritos, no les estoy echando cuento, a menos que a mí me lo hayan echado antes, y el gato del cementerio me maúlle como Bugs. ¿Significa entonces que yo estoy muerto?
No afirmaré porqué la respuesta es negativa, y mejor explico a qué viene lo de mis territorios. Simple. 1985, con lo ganado en las apuestas de caballos, sobrevino la ampliación: el cuarto de mis padres se estiró en otros dos cuartos, a costa del patio, con la singularidad de que ninguna de aquellas habitaciones están separadas por puertas, más bien se convirtieron en un ancho pasillo culebrero donde cinco hermanos y eventualmente mi abuelita, alias la bili, cupieron sobre las tumbas, con la ayuda de una litera. Nos urgía espacio, y por fin, aquel 1985-post orwell, guerra fría-, nos permitió llegar a un cuarto al fondo, el mío, con un rabito a la derecha, qué alegría, el segundo baño. Complejidad que volvió a repetirse en el 2001 -odisea de tonino-, cuando, ya dos hermanas menos, la casa creció hacia las nubes, nuevo rabito hacia un tercer baño, y la construcción de la losa nos redujo la temperatura en la medida que elevó la altura del techo de mi cuarto, ahora con repisas repletas de libros. Con mis hermanos arriba, llego a esta edad, donde la soltería me coquetea con el adjetivo empedernido, y así, en este cuarto-pasillo, morada de mi compu diaria, vivo un sitio de mucha acción e imaginaria, tanta imaginaria.
Pienso. Pienso que más allá de que para la mala pata de los malandrines, casi nunca queda la casa sola ni muy saqueable, he podido disfrutar de la soledad y arrancarme en ella, un mío mí como complacencia de viento corredizo y oxígeno surtido, soledad para emplearse en largas inspiraciones que luego exhalan y vuelven a inspirar. Mire muchacho, sáquese las drogas del entendimiento, yo hablo del silencio y del aire que compone, que te deja sin palabras, semeja labios y ven, ven pronto. (tomorrow goes on)