Monday, June 25, 2007
Sigue y se mueve, entonces choca

Oh señor, que lapidas al temeroso y al valiente suavizas el contacto de la piedra, tomo la ruta de tu viento, el brío de tu brazo y recorro el aire para crujirme contra la piel de ese valiente hacia el cual me arrojas. Que los hijos reciban a los hijos y que el espíritu sea el que venza en los intersticios de tu creación, y todo esto, decía el manual, hasta la enésima descendencia.
A partir de allí, el laúd hace su parte con algo de estrépito ante la impericia, pero con regocijo ante la soledad.
any coment
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"Me ha pasado antes, pero no por ello deja de ser"
(Contestación de Agathar, en el momento que Herr Amogawa descubre su cuerpo envenenado pero aún conciente, y pregunta sin esperar respuesta, pero la recibe -si bien la segunda parte es apenas un resoplido intelegible-).
Tan afecto a los pensamientos retenidos y no expresados, salí de la librería con la angustia de haberlo dejado en el estante y la posibilidad de no volverlo a hallar. Las posibilidades también decían, incluso me sacaban un algorritmo y con el puntero enfatizaban los márgenes de error, que la edición de bolsillo de aquella antigua colección podría permanecer en su puesto por mucho más tiempo que mi temor. Afecto también a mis temores no tardé el semestre prometido y regresé al almacén mucho antes de lo planeado y allí estaba, con el tono envejecido de sus hojas, pecas de un tomo abandonado junto a cientos de su condición, y que yo me dispuse a cancelar en caja; acción que solo tomaría noventa centavos de dólar.
Wenceslao no la tendría sencillas con tamaño nombre, pero queda bien en la cubierta, y el título no queda menos: El hombre que compró un automóvil (1942). Qué pedazos brillantes de absurdos que contiene, y una que otra carcajada me ha sacado, cuando voy por la mitad de su recorrido peatón, Fernández ya me había conquistado con el prólogo prosaico, que más es una justificación aventurada, y yo que no me dejo conquistar por los prólogos, porque a veces les da por adelantarme a los hechos que no quiero enterarme, así como uno no quiere enterarse que le irá mal con esa man, aunque todo lo es propicio para que acontezca asá, pero no, no, uno quiere ese primer capítulo que arranca ya en tercera de cambios.


Que los peatones son una caterva de bárbaros, mientras que los conductores comprenden la civilización, y en cierta parte, mientras lo llevan de aquí allá al pobrerele del Díaz, para convencerlo de que se compre un carro, porque cada vez que confiesa cándidamente que no, que no tiene vehículo, lo miran con desprecio quienes antes lo miraban con atracción y luego con soberana lástima para que entonces la compasión los incline a ayudarlos a ser como ellos, él, Díaz, aprende cómo insultar a los choferes que pasan por su ventanilla porque el conductor del coche donde va sentado no se da abasto, ya que tiene que ir batraciando a los que pasan por su izquierda. Porque esa es la norma y hay que ser respetuoso de la norma. Bergante, imbécil, etcéteras culebrescas y sapos que afortunadamente el diccionario le ayudó a cultivar, decía, porque ya se le hacía feo y poco culto utilizar siempre el mismo insulto ramplón en cada manejo. Pero no nos alejemos tampoco del tema, nada de aludir a nuestro presi correoso, que El hombre que compró un automóvil tiene otros capítulos interesantes, como por ejemplo cuando Díaz recibe la visita del consesionario, y este le enseña un manual donde están todas la técnicas y frases para convencerlos a comprar, y nuestro héroe las recibe todas, pero ni aún así logra ser convencido y se aflige porque siente que hace perder el tiempo y el prestigio de su vendedor, y aunque éste no muestra señas de desesperanza, igual Díaz siente que ha fallado porque no logra sentir el deseo de comprarle un carro y le pide que se quede a vivir en su casa, y el vendedor acepta sin reparos y conviven, pero la única comunicación entre ellos es el repaso de lo que dice el manual del buen vendedor. No hay entre ellos más palabras que no sea la posible transacción y cómo lograrla.
En otra episodio, Díaz toma un tren, y bueno se enamora en un rato, y ella es como ud imagina (no hay descripción ni acusación, ella es simplemente como ud imagina, el prólogo ya no advirtió que ya se ha escrito mucho sobre esos temas románticos, así que simplemente lo omite) y bueno, están en un tren de pasajeros, donde todos están apretados, pues aunque todos quieren tener un auto, no todos pueden tenerlo, o no siempre pueden tenerlo a disposición, aunque lo ideal sería no bajarse nunca de uno, como demuestra alguien en un episodio anterior. Chíngole, ese capítulo es tremendo, están tan apretados que todos se alegran cuando alguien se baja, y se apresuran en echarle el equipaje de Díaz, la chica y la mamá de la chica, a la tierra, y les echan maleta tras otra que lanzan más de las que correspondían, pero es lo de menos, con tal que se bajen. Y úfale, se desenlaza la historia romántica con la chica, y luego de ello aparece momentáneamente el jefe de Díaz, en este rincón perdido de España, no, no, ese párrafo me encanta, no les cuento. Caramba, ya me dieron ganas de agarrar el libro. Si no es molestia, voy a seguir leyendo. Ya tengo localizado otro del mismo autor, quiero ver cómo se las arregló, si baja el nivel o lo estabiliza, me podrán decir, ciñéndose a la historia y a los que marcan el prestigio de tal o cual, que Wenceslao Fernández Flórez es un segundón de la literatura universal, pero chíngole, cómo lo he disfrutado, es un sinverguenza que sabe lo que quiere. O me ha birlado o coincide con mi sentido de lo trascendente que hay en lo superficial y de apariencia vana.
"En nuestros días son muy pocos los hombres y las mujeres que se enamoran, si se enamoran guardan
el mismo bien educado silencio que cuando se indigestan. Si se atreven a contarnos sus sentimientos, nos aburren. En cambio hay innumerables personas que ambicionan un coche, e innnumerables que lo tienen ya. En la vida de todo el mundo el automóvil es una preocupación. Antes hablábamos de la sensibilidad de los corazones; ahora, de la marca de los carruajes que han comprado los seres que nos interesan". W. Fernández Flórez, fragmento del prólogo de El hombre que compró un automóvil.

No es importante en verdad leerlo como si fuese una verdad. Entonces.. Ah, entonces.
Ta luego
Comments:
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Llevo un montón de tiempo buscando este libro en España. No lo reeditan, entre todas las bibliotecas públicas de Andalucía tienen un ejemplar en Olvera (Cádiz). Tampoco lo encuentro en la red. Es increíble.
En general, creo que hay un gran déficit de libros de humor en la literatura española.
Fdo.: Lectora rusa, enemiga de libros de misterio y demás chorradas.
En general, creo que hay un gran déficit de libros de humor en la literatura española.
Fdo.: Lectora rusa, enemiga de libros de misterio y demás chorradas.
wow, veo tu comment como 100 años despuès, hace tiempo que no vuelvo a este blog. pero sigo recordando que ese libro q ahora no s+e donde està pues me he mudado hace como 10 años... probablemente entonces te habrìa dicho q me des tu direcciòn para enviarte una copia. Ojalà ya el canal de libro piratas te lo haya surtido.
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